La Antropología Teológica: Persona Humana como Imago Dei

Introducción
La comprensión del ser humano como imagen de Dios (Imago Dei) constituye uno de los fundamentos más profundos de la antropología teológica cristiana. Este concepto, enraizado en las primeras páginas de la Sagrada Escritura, ha sido objeto de reflexión constante a lo largo de la tradición eclesial, generando una rica hermenéutica que atraviesa siglos de pensamiento filosófico y teológico. Como afirma el libro del Génesis: «Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra» (Gn 1,26).
Este estudio se propone explorar la profundidad de este concepto, considerando sus implicaciones antropológicas, éticas y escatológicas, a la luz de la Revelación divina y de la tradición filosófico- teológica de la Iglesia.

I. Fundamentos Bíblicos de la Imago Dei


1.1. La Revelación Veterotestamentaria
El concepto de Imago Dei tiene su origen textual en la narración de la creación. El pasaje fundamental de Génesis 1,26-27 establece: «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó». Esta afirmación constituye una proclamación solemne de la dignidad especial conferida al ser humano entre todas las criaturas.
El Salmo 8 amplía esta visión cuando exclama: «Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies» (Sal 8,5-6). Aquí vemos cómo la dignidad humana se vincula con su posición privilegiada en el orden de la creación.
San Juan Crisóstomo, reflexionando sobre estos pasajes, afirma: «Cuando oyes que fuimos hechos a imagen de Dios, no pienses en ninguna semejanza corporal, sino en la soberanía que Dios le concedió al hombre sobre la creación terrestre»¹.
1.2. La Perspectiva Neotestamentaria
El Nuevo Testamento profundiza esta comprensión al presentar a Cristo como la imagen perfecta de Dios invisible. San Pablo escribe: «Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación» (Col 1,15). Y en otro pasaje añade: «Nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su imagen con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu» (2 Cor 3,18).
San Agustín, comentando estas dimensiones cristológicas, expresa: «El Hijo no es llamado Imagen y Verbo en relación a nosotros, sino que es nombrado así en relación al Padre. Es, en efecto, su Verboy su Imagen. Nosotros, por nuestra parte, somos llamados imagen, pero no de Dios, sino creados a imagen de Dios»².

II. Desarrollo Patrístico y Medieval del Concepto

2.1. Los Padres Orientales
Los Padres griegos desarrollaron profundamente la distinción entre «imagen» (εἰκών) y «semejanza» (ὁμοίωσις). San Ireneo de Lyon sostiene que la imagen corresponde a la naturaleza racional del hombre, mientras que la semejanza se refiere a la perfección sobrenatural conferida por el Espíritu Santo³.
San Gregorio de Nisa, en su obra «De hominis opificio», elabora una interpretación donde la imagen divina en el hombre se encuentra principalmente en su libertad y autodeterminación: «Lo que constituye la imagen no es la configuración corporal, sino la libertad y espiritualidad del alma»⁴.

2.2. La Síntesis Tomista
Santo Tomás de Aquino ofrece una síntesis magistral sobre la Imago Dei en su Summa Theologica.
Distingue tres niveles de imagen: por naturaleza (todos los seres humanos por su racionalidad), por gracia (los justos) y por gloria (los bienaventurados).
«El hombre es a imagen de Dios no según el cuerpo, sino según aquello en que supera a los demás animales. Por eso, cuando se dice ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza’, se añade: ‘para que domine sobre los peces del mar’. Ahora bien, el hombre supera a los demás animales por la razón y el entendimiento, por lo que es a imagen de Dios según el entendimiento y la razón»⁵.
Aquino, siguiendo a Aristóteles, comprende que la imagen divina reside principalmente en las facultades racionales del ser humano, que le permiten conocer y amar. Este aspecto intelectivo, para el Doctor Angélico, constituye el núcleo de la semejanza con Dios.

III. La Imago Dei en el Pensamiento Contemporáneo

3.1. La Contribución del Magisterio Reciente
El Concilio Vaticano II representa un hito fundamental en la profundización de la antropología teológica. La constitución pastoral Gaudium et Spes afirma: «La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador»⁶.
San Juan Pablo II, en su encíclica Veritatis Splendor, profundiza: «El hombre, imagen de Dios, es creado para conocer y amar a su Creador, y como señor de todas las criaturas terrenas para gobernarlas y usarlas glorificando a Dios»⁷. Este Papa desarrolló significativamente la antropología teológica mediante su «Teología del Cuerpo», subrayando cómo la corporalidad humana participa de la imagen divina.

3.2. Dimensiones Relacionales y Ecológicas


El Papa Francisco, en su encíclica Laudato Si’, vincula la comprensión de la Imago Dei con la responsabilidad ecológica: «No somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada… Si es verdad que algunas veces los cristianos hemos interpretado incorrectamente las Escrituras, hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas»⁸.
Esta interpretación contemporánea enriquece la comprensión tradicional al subrayar la dimensión relacional de la imagen divina, manifestada en la vocación del ser humano a ser custodio responsable de la creación.

IV. Dimensiones Antropológicas y Éticas

4.1. La Dignidad Universal de la Persona Humana

El concepto de Imago Dei fundamenta teológicamente la dignidad inalienable de todo ser humano, desde su concepción hasta su muerte natural. Como enseña San Juan Damasceno: «El hombre fue creado a imagen de Dios, dotado de razón e inteligencia, teniendo así una naturaleza inmortal»⁹.
Esta comprensión tiene profundas implicaciones para la bioética contemporánea. Como señaló San Juan Pablo II en Evangelium Vitae: «La vida humana es sagrada porque desde su inicio comporta ‘la acción creadora de Dios’ y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin.
Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término: nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente»¹⁰.

4.2. Dimensión Comunitaria y Social

San Basilio el Grande, en sus homilías sobre el Hexamerón, señala: «Si observas con atención, notarás que la sociabilidad está incrustada en nuestra misma naturaleza»¹¹. Esta intuición recoge la dimensión relacional de la Imago Dei.
Santo Tomás de Aquino desarrolla esta idea afirmando que el ser humano es por naturaleza un ser social y político, siguiendo a Aristóteles pero enriqueciéndolo con la perspectiva teológica: «Es natural al hombre ser un animal social y político, viviendo en comunidad, más aún que todos los otros animales, cosa que revela su misma necesidad natural»¹².

V. La Imago Dei Deformada y Restaurada

5.1. El Efecto del Pecado

Los Padres de la Iglesia elaboraron profundamente sobre cómo el pecado deforma, sin destruir completamente, la imagen divina en el ser humano. San Agustín afirma: «El alma puede ser deformada por los vicios, pero no puede perder su condición de imagen de Dios»¹³.
San Ireneo de Lyon desarrolla la doctrina de la «recapitulación», explicando cómo Cristo, imagen perfecta del Padre, restaura en nosotros la imagen divina degradada por el pecado: «Por su encarnación, el Hijo de Dios se ha unido de algún modo con todo hombre»¹⁴.

5.2. La Restauración en Cristo

San Pablo presenta claramente esta dinámica de renovación: «Despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (Ef 4,22-24).
San Ambrosio de Milán, explicando este proceso, afirma: «El ser ‘a imagen de Dios’ significa que el alma ve a Dios, mientras que el ser ‘a semejanza de Dios’ significa que el alma es perfecta como Dios es perfecto, en la medida que esto es posible para la criatura»¹⁵.

VI. Perspectiva Escatológica: Hacia la Plenitud de la Imagen

6.1. La Transformación Progresiva

San Pablo presenta una visión dinámica de la imagen divina cuando afirma: «Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo» (Rom 8,29). Y añade: «Y todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor» (2 Cor 3,18).
San Bernardo de Claraval, reflexionando sobre este aspecto, escribe: «La imagen puede ser quemada en el fuego, pero no consumida; puede ser desfigurada, pero no borrada. Incluso en el infierno permanece la imagen de Dios en el alma, aunque ennegrecida por el humo»¹⁶.

6.2. La Consumación Escatológica

San Juan nos presenta la culminación de este proceso: «Ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es» (1 Jn 3,2).
San Gregorio Magno, contemplando este misterio, afirma: «La semejanza perfecta con Dios será alcanzada en la resurrección, cuando seamos plenamente transformados en su imagen»¹⁷.

Conclusión
La comprensión del ser humano como Imago Dei constituye una clave hermenéutica fundamental para la antropología teológica cristiana. Desde el dato revelado en el Génesis, pasando por las elaboraciones patrísticas y escolásticas, hasta las reflexiones contemporáneas, este concepto ha mantenido su centralidad y fecundidad.

Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: «Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar»¹⁸.
Esta visión del ser humano fundamenta no solo la comprensión teológica de la persona, sino también los principios éticos universales sobre la dignidad humana, constituyendo así un legado perenne del pensamiento cristiano a la civilización.

Notas Bibliográficas

  1. San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Génesis, 8,2 (PG 53, 71-72).
  2. San Agustín, De Trinitate, VII, 6, 12 (PL 42, 946).
  3. San Ireneo de Lyon, Adversus Haereses, V, 6, 1 (PG 7, 1137-1138).
  4. San Gregorio de Nisa, De hominis opificio, 16 (PG 44, 183-184).
  5. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, I, q. 93, a. 2.
  6. Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et Spes, 19.
  7. Juan Pablo II, Encíclica Veritatis Splendor, 10.
  8. Francisco, Encíclica Laudato Si’, 67.
  9. San Juan Damasceno, De fide orthodoxa, II, 12 (PG 94, 919-920).
  10. Juan Pablo II, Encíclica Evangelium Vitae, 53.
  11. San Basilio el Grande, Homilías sobre el Hexamerón, 9, 3 (PG 29, 192).
  12. Santo Tomás de Aquino, De Regno, I, 1.
  13. San Agustín, De Trinitate, XIV, 8, 11 (PL 42, 1044).
  14. San Ireneo de Lyon, Adversus Haereses, III, 18, 1 (PG 7, 932).
  15. San Ambrosio de Milán, Expositio Evangelii secundum Lucam, X, 49 (PL 15, 1810).
  16. San Bernardo de Claraval, Sermones super Cantica Canticorum, 80, 2 (PL 183, 1169).
  17. San Gregorio Magno, Moralia in Job, 8, 29, 48 (PL 75, 833).
  18. Catecismo de la Iglesia Católica, 357.

Bibliografía Complementaria

  • Grelot, P. (1986). La condición humana en la Biblia. Salamanca: Sígueme.
  • Ladaria, L. F. (2012). Antropología Teológica. Madrid: BAC.
  • Pikaza, X. (1993). Antropología bíblica. Del árbol del juicio al sepulcro vacío. Salamanca:
    Sígueme.
  • Ratzinger, J. (2005). En el principio creó Dios: consecuencias de la fe en la creación. Valencia:
    EDICEP.
  • Ruiz de la Peña, J. L. (1988). Imagen de Dios: Antropología teológica fundamental. Santander:
    Sal Terrae.
  • Von Balthasar, H. U. (1997). Teológica 1: Verdad del mundo. Madrid: Encuentro.

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